Discurso a cargo de Mons. Luis Enrique Rojas Ruiz, Orador de Orden, en el Día del Profesor Universitario en Venezuela
Foto: Lic. Leonardo León
Acudimos hoy, día del Profesor Universitario en Venezuela, a la convocatoria que gentilmente hemos recibido del Presidente de la Asociación de Profesores de la Universidad de los Andes, Dr. Virgilio Castillo, y su equipo de trabajo.
Como hombre de Dios y representante de Él en este ambiente universitario y en cualquier otro escenario que me presente, nunca puedo obviar la fuente sabia de la Sagrada Escritura, por lo tanto he elegido la siguiente cita bíblica, antes de iniciar mi mensaje:
“Todo el que se desvía y no permanece en la enseñanza de Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en la enseñanza tiene tanto al Padre como al Hijo.”
(2 Juan 1, 9).
Como mensajero de Dios y Pastor de esta Iglesia local, en mi condición de Obispo Auxiliar, agradezco infinitamente que mi nombre se halla cruzado por sus mentes para elegirme como Orador de Orden en esta fecha tan especial, en la que desde 1958, cada 5 de diciembre se celebra el Día del Profesor Universitario en Venezuela, conmemorando la aprobación de la Ley de Universidades por parte de la Junta de Gobierno que estuvo provisionalmente a cargo del país luego del desplazamiento de Marcos Pérez Jiménez.
En esta ocasión, no quiero ser sólo un Orador, sino un motivador, para todos y de manera especial para aquellos que continúan pensando que en Venezuela ya no hay nada qué hacer, cuando tenemos tanto por realizar. Les traigo un mensaje lleno de fe, esperanza y optimismo, ante las adversidades y circunstancias que hemos vivido estos últimos años. No quiero ser profeta del desastre, porque el mismo ha sido creado ya, lamentablemente, y nosotros todos tenemos de cara al presente y al futuro, la responsabilidad y el compromiso de continuar sacando adelante a nuestro país, a través de la educación en las aulas de clase, sin descuidar la raíz primordial, que es la familia; la verdadera y única educación para la vida, porque en ella aprendemos los valores, desde los más simples hasta los más complejos.
Queridos y respetados Profesores Universitarios, no se conformen con ser solo Profesores, sean maestros de vida y para la vida de los jóvenes que Dios y la Patria, en muy buena manera, les ha confiado. Si mantienen en sus mentes, en su corazón lo que significa ser maestro de vida, ninguna otra cosa los sacará de la verdadera misión, como lo han demostrado hasta el momento.
Sabemos que muchos, por distintos motivos y razones, los cuales se respetan, tomaron la dura decisión de abandonar, no solamente un aula de clases, sino a sus familias, a su país, sus profesiones, sus costumbres y tradiciones, para partir a otros lugares; muchas de estas determinaciones fueron obligadas, pero llegaron a otros lugares, a continuar dando lo mejor de sí, unos lograron seguir ejerciendo sus profesiones, otros se expusieron a lo más simple y ordinario, como: limpiar un baño, trabajar como taxistas, vender artículos elaborados por ellos mismos, cuidar ancianos, y trabajar de tantas maneras como jamás lo pensaron o imaginaron, y todos esos oficios ¿dónde los aprendieron, en su mayoría? Desde la primera escuela y universidad para la vida, la familia; otros, regresaron a Venezuela por distintos motivos, y un buen número, como ustedes, los que hoy están presentes en esta sala, decidieron enfrentar al mal, en su propio terreno, puesto que se dieron cuenta que no era cuestión de mudanza ni de desarraigarse y desposeerse de todo para encontrar la solución.
Queridos y muy respetados Profesores, ustedes se quedaron, con el propósito de convertir y transformar las debilidades y amenazas, en fortalezas y oportunidades, porque entendieron que un momento de crisis, lo podemos transformar en una gran oportunidad, sabiendo que esto exige: renuncia, sacrificio, entrega, servicio y desprendimiento, para poder lograrlo; me refiero a la situación dura y difícil de un Docente, no solamente hoy, en el plano 3 universitario, sino en todos los niveles de la educación en nuestra amada Venezuela.
He visto y he conversado con profesores de todos los gremios, incluso jubilados, que en los momentos más duros y críticos que hemos vivido por la situación política, económica, social, y sumándose una pandemia, se me acercaron en varias oportunidades para pedirme, no dinero, porque ustedes han dado muestras, de que no es el dinero lo único que los mueve para sentir la pasión por la educación, sino en realidades donde no se puede prescindir de él, tales como la falta de elementos tan esenciales y básicos como comida, ropa, zapatos, medicamentos, alquiler de una habitación, entre tantos otros insumos que influyeron en su vida personal, familiar, comunitaria y laboral; pero de muchas formas y maneras, ustedes sintieron que Dios nunca los abandonó, al contrario, siempre hubo una mano generosa, dentro o fuera del país, que los ayudó a continuar adelante.
Recuerden, como lo expresaba el filósofo colombiano, comunicador y analista educativo José Bernardo Toro: “La sociedad no paga para que los profesores den clase, sino para que los estudiantes aprendan”.
Gracias, porque ustedes en medio de su debilidad y amenaza fuerte, me iluminaron, para que a través de toda esa situación, surgiera la necesidad imperante de una Cáritas Universitaria en Mérida, y en conversación con el Dr. Virgilio Castillo y el Párroco Universitario, Pbro. Alexander Rivera, nace este proyecto, el cual, les dijimos desde un primer momento que no solucionaría todo, pero que sí se convertía, en un bálsamo para aliviar tanto sufrimiento y dolor.
Hace un mes, se realizó aquí en Mérida el V Congreso Catequístico, y me correspondió hablarle a alrededor de unos 700 catequistas, venidos de diferentes sitios del país y a los nuestros. En mis palabras de bienvenida y salutación, los sorprendí cuando les dije que yo también había sido catequista antes de ingresar al Seminario, por tal motivo, sabía de lo que estaba hablando y hacia quienes iba dirigido mi mensaje, pues hoy, les digo a ustedes, respetables Profesores, que yo también fui educador, en otro nivel y en otro contexto. Antes de ingresar al Seminario, me dieron esa responsabilidad por un tiempo, como suplente fijo en dos escuelas de mi comunidad, y sé lo que es sentir amor y pasión por la educación, porque si hoy no fuera Sacerdote y Obispo, fuera educador, dónde no lo sé, pero estuviera en las aulas enseñando como lo hice durante varios años en el Seminario, lugar donde los Sacerdotes 4 tampoco trabajamos sólo por el dinero, sino sentimos que debemos retribuirle un mínimo porcentaje de la calidad de educación y formación sacerdotal que hemos recibido, y sé que ustedes también de manera consciente hacen esto por la máxima Casa de Estudios, la ilustre Universidad de Los Andes, Casa a la que se le debe tanto, pero sabemos también que todos ustedes se merecen mucho más.
Con estas palabras no quiero decir, ni que se malinterprete que el docente universitario tiene una deuda eterna con la Universidad, y que no debe ser retribuido, al contrario, todos debemos seguir trabajando y haciendo lo que nos corresponde para que la Universidad de Los Andes, siga dándole el puesto merecido, digno y honrado, al Profesor Universitario. La Sagrada Escritura nos dice que “todo obrero merece su salario” (1 Tim 5, 18), y yo le agregaría, no sólo su salario, sino todas sus justas reivindicaciones salariales, y que vayan en consonancia con sus necesidades, no sólo básicas, sino en un sentido más amplio como cuando un docente podía darse el gusto de viajar, de tener casa propia y disfrutar como un profesional que se ha preparado, y no para trabajar como un esclavo, sino con la esperanza de poder prepararse incluso hasta para su vejez, sin convertirse en un mendigo dando lástima y viviendo el día a día de migajas y limosnas. El Profesor Universitario debe vivir con dignidad y no eximirlo de una formación permanente y actualizada, a través de Congresos, Cursos de capacitación, estudios de superación profesional en sus distintas áreas, especializándose para continuar dando desde las aulas, una educación de altura y calidad, como se vivió en otros momentos. Todos estos aspectos y elementos deben recuperarse dentro del ambiente universitario.
Queridos Profesores Universitarios, ustedes son formadores de las futuras generaciones, pídanles encarecidamente a sus alumnos que esta difícil experiencia que hemos vivido donde la Universidad ha sido atacada y vulnerada, nunca más debe repetirse en nuestro país, porque deben ser ellos, los primeros defensores y custodios, no solamente de la estructura o planta física, sino de lo que significa la Universidad en un país, en todo su contexto. Queridos Profesores, sabían ustedes que existen seres especiales que desde su dimensión humana pueden ayudar a transformar la vida de otros para siempre y hay otros que, desde esa misma dimensión humana, su carisma, ideales y voluntad no son sólo capaces de influir en los cambios de otros, sino pueden ayudar en la transformación de toda una realidad política, social y educativa, esos seres, para mí, están en las aulas de clase y tienen por nombre y título: Profesores Universitarios. Continúen siendo visionarios, idealistas, maestros de vida y contagien a sus alumnos de más fuerza que seguramente nos llevará 5 al rescate de los principios y valores fundamentales de nuestra amada Patria Venezuela: democracia, justicia y libertad. Para esa Venezuela que hoy sigue esperando verdaderos líderes que lleven adelante proyectos importantes desde sus profesiones, y colocarlas al servicio de la sociedad que hoy sigue clamando con voz potente gente capaz de tomar las riendas de un país con profesionales idóneos y bien capacitados.
Para que esto sea posible, debemos procurar que ningún niño y ningún joven en Venezuela se quede sin estudiar, porque esta será la garantía para mantener llenas las aulas de clases en la Universidad, pues como diría Carlos Tünnerman, Ex – Ministro de Educación de Nicaragua:
“La educación superior no es prioritaria, es estratégica. Los países que no inviertan en educación superior no podrán ser competitivos”.
Concluyo con uno de los pensamientos de un gran maestro que vino desde tierras europeas muy lejanas a dejarnos un legado importantísimo en la educación popular de nuestros muchachos venezolanos, me refiero al insigne Monseñor Emilio Blaslov, fundador de APEP en Venezuela, él decía a los docentes lo siguiente:
“La Patria te confía lo más querido y preciado: sus hijos. No eduques con lo que sabes, educa con lo que eres”.
Que Dios Padre y Jesús Buen Maestro, desde el cielo, derramen abundantes bendiciones para todos ustedes respetables Profesores Universitarios, y María Inmaculada, Patrona de los Merideños, los proteja con su Sagrado Manto Maternal.
Felicitaciones por este gran día.
Señoras y señores.
†Luis Enrique Rojas Ruiz
Obispo Auxiliar de Mérida