A propósito del Día del Médico

El 10 de marzo, Día del Médico, es una ocasión propicia para la reflexión y el reconocimiento sobre la profesión médica y sus implicaciones.

Los médicos se enfrentan día a día con la enfermedad y se esmeran por aliviar al paciente, colocando en práctica un bagaje de conocimientos aprendidos a lo largo de una extensa carrera universitaria. La práctica médica la ejercen desde los grandes hospitales hasta las medicaturas más alejadas de la geografía nacional, en ocasiones enfrentando situaciones poco favorables que, más que debilitarles el espíritu, les fortalece en el hacer y compromete con el desafío de salvar vidas humanas.

A propósito del Juramento  Hipocrático, el filósofo Littré, comentaba: “La medicina es una de las profesiones más difíciles que puede ejercer el hombre; responsabilidad grave, poder reducido, oscuridad en muchos casos, fugacidad de las ocasiones e imposibilidad de deshacer lo hecho. Ciertamente no se puede entretener el tiempo con la peligrosa serpiente de Epidauro. Únanse a esto los riesgos y penalidades, que llevan consigo el estudio y la práctica; el continuo trato con el dolor y la muerte; la cultura científica que robustece y ensancha el espíritu, y los sentimientos de humanidad que presiden el ejercicio de una profesión esencialmente benéfica; y no se admirará que tan grave ministerio haya inspirado desde la más remota antigüedad un escrito de carácter tan sublime como el juramento dicho de Hipócrates.”

 

La responsabilidad moral de la profesión médica conduce a menudo a compararla con el ejercicio de un sacerdocio, y que mejor ejemplo que el legado de José María Vargas, Francisco Antonio Rísquez, José Gregorio Hernández, José Izquierdo o Pedro Rincón Gutiérrez. Luz que seguirá iluminando el camino de nuestros médicos y de los estudiantes que se forman para serlo.

“Entre el médico y el paciente, Dios”

Patricia Rosenzweig Levy